Los recién nacidos también sienten
Mónica Gómez Moreno
Matrona en el CHGU de Valencia.
17/11/19
El proceso del sufrimiento o la felicidad desde la perspectiva del recién nacido es algo poco conocido. Seguro que más de una madre o padre se ha preguntado qué y cómo siente su bebé, por qué llora ahora, por qué se retuerce así en la cuna, por qué hace ese ruido… Convertirse en padres es algo agotador en muchos sentidos y a menudo nos hemos sentido perdidos ante la frustrante incapacidad de interpretar con éxito las demandas de ese ser que tanto amamos sin a penas conocerlo.
A menudo se da por sentado que es normal que los bebés lloren, sobretodo si los manipula un desconocido o se les somete a un procedimiento doloroso. Pero también se asume que opondrá poca resistencia, todo acabará pronto y se ha hecho por su bien. Lo cierto es que todo es mucho más complejo. Hay muchos estudios que analizan e interpretan determinados comportamientos y datos de su exploración y monitorización que pueden relacionarse con el bienestar de los recién nacidos. Por tanto, el llanto y el estrés no son lo normal, y deben saber interpretarse y evitarse.
Con esta idea han surgido protocolos de cuidados a recién nacidos basados en el desarrollo. Es decir, elegir las condiciones ambientales y de cuidado que más favorezcan o al menos no interfieran negativamente en el desarrollo neurosensorial y emocional de los neonatos ingresados. Además, introducen un concepto muy interesante, el de implicar a la familia de manera que aprendan a ser protagonistas de su bienestar, lo cual es fácil deducir que se traducirá en una mayor sensación de seguridad y que conllevará, menos futuras visitas innecesarias al pediatra. Existen programas de entrenamiento basados en este tipo de evidencia científica, que acreditan a los profesionales que han alcanzado niveles altos de aprendizaje y experiencia en este tipo de cuidados, como el Programa de evaluación y cuidado individualizado del desarrollo para recién nacidos o ‘NIDCAP’.
Este modelo de atención ha sido enfocado hacia el prematuro, pero es perfectamente extrapolable al cuidado de cualquier neonato enfermo o sano (de ahí la importancia de la implicación familiar). Disminuye el uso de soporte ventilatorio, necesidades de oxígeno, número de episodios de apnea, necesidad de alimentación parenteral y enteral por sonda, utilización de analgesia y sedación, la estancia y el coste hospitalario, los problemas de comportamiento y las dificultades en la atención. Aumenta la ganancia de peso diaria, talla y perímetro craneal, la estabilidad cardiorrespiratoria y los períodos de sueño. Mejora el desarrollo de habilidades para la alimentación, el vínculo con los padres, la función cognitiva, la habilidad de los padres para entender y comunicarse con su hijo, el comportamiento y capacidad de interacción del niño con sus padres y cuidadores, etc. Estos estudios se han basado en el estudio del estrés del neonato ingresado, especialmente prematuros, en relación con condiciones macroambientales (luz, ruido) y microambientales (dolor, postura, estimulación táctil y unidad familiar).
LUZ: Natural siempre que sea posible, minimizar la luz a mayor prematuridad, transición suave sueño-vigilia, protección ocular durante la fototerapia.
RUIDO: <45 db (10-55 db), puntualmente máximo de 65-70 db. Uso de sonómetros a modo de concienciación. Puertas de cierre silencioso, carteles informativos, cobertores para las incubadoras, evitar acúmulo de gente, atender pronto a las alarmas, alejar incubadoras de impresoras o teléfonos.
POSTURA: Debido a su escaso tono muscular los prematuros se ven obligados a mantener posturas en extensión, utilizar soportes que favorezcan un grado de flexión suficiente que favorezca la flexión activa o llevarse la mano a la boca, reduce el estrés y les aporta seguridad. Los cambios posturales evitan deformidades craneales y úlceras por decúbito.
ESTIMULACIÓN SENSORIAL: En general se debe evitar la manipulación excesiva, por lo que se agrupan las intervenciones y tras finalizar, se favorece el sueño con medidas de confort. Se deben evitar experiencias olfativas negativas y sobreestimulación del olfato (uso de perfumes, abuso de desinfectantes). Posponer el baño hasta que alcance una estabilidad térmica tras el nacimiento y no bañar todos los días (duración máxima 10 minutos, usar productos libres de perfume, bañar envuelto para favorecer la contención).
MANEJO DEL DOLOR: Existe evidencia científica de que la analgesia profiláctica mejora el pronóstico neurológico de recién nacidos prematuros. Un mal manejo del dolor tiene como consecuencia secuelas psicológicas también en estos pacientes, y contribuye a la morbilidad.
Medidas no farmácologicas: organización y ambiente adecuado de la unidad, succión no nutritiva: empleo de chupetes, sacarosa oral 2 minutos antes del procedimiento (evitar empleo indiscriminado para calmar irritabilidad), favorecer la lactancia materna y el método canguro, medidas de contención: mantener los miembros en flexión y pegados al cuerpo, envolverlo, manejo entre dos.
UNIDAD FAMILIAR: Permitir el acceso 24 horas a ambos padres, aprovechando cada manipulación o procedimiento para informar o enseñarles.
Cuidar del entorno familiar del neonato es clave para acelerar el alta y evitar ingresos posteriores. No se trata de emplear la familia para sustituir un trabajo nuestro, si no de verla como una extensión del paciente, a la que podemos enseñar y cuidar para aumentar en consecuencia el bienestar del recién nacido y viceversa. Las familias tienen el derecho y el deber de conocer un nivel adaptado de estos cuidados, de manera que se entienda neonato y familia como una unidad inseparable y en continua interacción. Tradicionalmente se ha apartado a los padres de presenciar o participar en ciertos procedimientos que se realizan a sus bebés, pero con ello aumentamos el estrés en ambos, y me atrevería decir que también en nosotros, el personal sanitario. Calmar a un bebé no le hará dejar de llorar para siempre, pero enseñar a calmarlo a su madre, si que evitará que llore innecesariamente.